martes, 29 de noviembre de 2011

John R. Ancka. Leyendas de venganza. Lima, Ediciones Altazor, 2011. 187 pp.


El terror fantástico es una de las posibilidades más estimulantes de la ficción literaria. En el proceso de creación narrativa, algunos escritores, tocados por una inexplicable perspectiva de las cosas o enfocados en la necesidad de ser honestos con sus más oscuras visiones, consiguen despuntar con historias que subvierten el orden del mundo y la ecuanimidad que implica toda lógica cartesiana, así como la anhelada quiescencia de una naturaleza contralada y manipulable. Lo que hace un escritor enardecido por la particular plasticidad del terror fantástico es introducir el gusano de una duda nada razonable, con el fin de perturbar la plácida comodidad de las buenas costumbres y el decoro más empalagoso de lo políticamente correcto. Con ello no solo saboreamos un muy especial goce y regocijo sino que ampliamos filosóficamente nuestra cosmovisión, nuestra fe o incredulidad, y el vínculo con los fueros más oprobiosos de nuestra personalidad.
Leyendas de venganza, primer libro de John R. Ancka, es una colección de diez relatos que explora diversas rutas paranormales por los vericuetos y meandros de la creación literaria, en contextos no solo propios de la realidad peruana sino también en entornos, ámbitos y dominios que nos serían ajenos en el tiempo y el espacio. Hasta cierto punto, lo que propone Ancka es un paseo en clave de terror en el que prima el contraste y la confrontación. La aspereza narrativa, el resquemor reflexivo, y la obsesión descriptiva que tiene el deber de desnudar una realidad embarazosa e inquietante, a fin de indagar en los resquicios de lo paranormal o en los pliegues que dejan las experiencias sobrenaturales.
En este sentido resulta interesante cómo el autor cierra la colección Leyendas de venganza con el cuento «Pareidolia». La palabra “pareidolia”, inexistente en el Diccionario de la lengua española, estaría compuesta por el término griego “eidolon”, que significa figura o imagen, y el prefijo español “para- que significa junto a o al margen de. Es decir, pareidolia sería, según la poco confiable Wikipedia, el fenómeno psicológico consistente en que un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) sea percibido erróneamente como una forma reconocible. Este fenómeno es utilizado en la exploración psicológica, como el conocido test de Rorschach. En cierta medida es hallar el rostro de Cristo sobre la corteza de un árbol o reconocer en el lomo de un tigre el rostro de nuestro verdugo.
Esto, de algún modo, significa que Ancka cierra su libro con cierto grado de conciencia ante el hecho de cultivar el terror fantástico sin caer en los artificios de la metaficción o en la pretenciosa revelación autorreferencial. En el cuento «Pareidolia», un escritor, llamado John R. Ancka, se interna en la oscuridad y espesura de la selva cometiendo el típico error del género terror, o sea, saliendo a la negrura y peligros de la noche sin una luz o una defensa que lo proteja de algún riesgo. Pero este John R. Ancka, que experimenta una pareidolia que le trastoca la vida tiene una segunda oportunidad, una revancha. Esta vez sale con una linterna en la mano porque estaba decidido a no repetir los descuidos pasados. Al margen de las ironías y el humor negro del John R. Ancka personaje, este cuento es el buen resultado de haber combinado un grupo de cuentos no necesariamente fantásticos, aunque sí de terror o de intenso temor, con relatos radicalmente fantásticos y de vieja escuela. La imprecisa línea con la que se remata el texto «Pareidolia» es quizás el resultado de una madurez estética que considera tanto la autocrítica creativa como el sopesar acertadamente las limitaciones propias de todo escritor. Y desde esta luz negra es mejor revisar ordenadamente Leyendas de venganza.
El cuento «Leyendas de venganza» no solo es el primer cuento de la colección sino el que le da título a esta. Por estas razones es un cuento clave para adentrarnos en las tinieblas ficcionales de Ancka. Para empezar, el autor no le concede a su protagonista ni una pizca de ingenuidad. Desde las primeras líneas, Ancka nos traza las principales coordenadas de esta historia: se trata de una confesión que pretende explicar qué ocurrió con los nuevos amigos del protagonista y de la afición de este por ciertas oscuras lecturas. El cuento mezcla la posibilidad lógica producto del delirio y la explicación sobrenatural, aunque el énfasis dramático se centra en la posibilidad fantástica. En este cuento, además, se aprecia la prosa trepidante y desenfadada de Ancka. Relatado con cierto cinismo, con solo este cuento («Leyendas de pasión») Ancka se estaría prefigurando en la tradición peruana como un escritor duro y firmemente enraizado en el terror fantástico, pero lo que desarrolla con sus otros nueve relatos es un escenario más amplio, intenso y complejo.
Con el cuento «Las dos suertes», Ancka marca una doble distancia. Nos lleva a la exótica Damasco del siglo XIX. Este cuento, con referentes que contrastan notablemente con el relato anterior, nos ofrece un texto típicamente de época, incluso con el trasfondo de lección de vida por retar al destino. Al igual que en el texto que le precede, la frontera entre ficción realista y ficción fantástica está sujeta al criterio personal y, en este caso, con lo cultural, es decir, con las supersticiones propias del mundo musulmán.
Con «Un día antes de Navidad» regresamos a «nuestra realidad» o a algo muy parecido a ella, abandonando el entorno de las supersticiones, pero sin dejar del todo el mundo del hampa. En este tercer cuento ya queda claro que Ancka juega con las expectativas ficcionales del lector, proponiendo contextos en los que puede ocurrir cualquier cosa, aun la invención de un héroe mediático.
«La sombra del verdugo» nos lleva a huir de nuestro entorno para percibir una Europa regida por los valores y códigos caballerescos típicos de finales del siglo XVII. Este cuarto texto, subtitulado “Memorias de monsieur Laënnec”, relata las correrías de dicho personaje en Córcega, donde viaja para ganarse el aprecio de su amante. En esta isla mediterránea, Laënnec encontrará un nuevo amor y también desentrañará la patraña del fantasma de un verdugo. En este relato, Ancka enfrenta la razón con la superchería, y en este proceso hallará más de una verdad.
El quinto texto, titulado «El verano terminó», Ancka desarrolla la historia de un aquelarre en pleno siglo XXI. Este quizá sea el cuento de toda la colección en el que se plantea con absoluta claridad una situación estrictamente sobrenatural y sin lugar a dudas, cuando se esperaba todo lo contrario. Este cuento es también un buen escenario para el guiño autorreferencial, con lo cual Ancka establece una muy efectiva marca literaria.
Ambientado en provincia, «Proyección astral» es una historia que se debate entre una posible visión del futuro a partir del deseo o un mero ejercicio de la imaginación. Lo interesante de este relato es el paso de la lujuria a la truculencia y de esta a lo terrorífico, y luego, cuando el lector cree haber supuesto todo tras la orgía de sangre, recibe un baldazo de agua fría.
La truculencia de «Proyección astral» alcanza los resortes ficcionales de «Tus ojos a la medianoche», séptimo relato del conjunto. Pero en este cuento juega como sustrato el cinismo. En esta narración se cimenta también la intención de marcar a los personajes como seres que buscan su liberación a como dé lugar, y aunque su felicidad corra el riesgo de fracasar en este proceso que poco tiene que ver con la redención, la solidaridad o la misericordia.
«El ratón del alféizar» hurga también en la línea del relato que lo precede, pero Ancka induce al lector al error y, por tanto, a un final sorpresivo. El octavo cuento de Leyendas de venganza es un delicioso paseo por regios pasajes y nobles datos que el autor articula a sus anchas para crear una historia que cruza investigación histórica, especulación literaria y chismografía de salón.
El noveno y penúltimo cuento, «La segunda venida del inquisidor», es quizás el texto más ambicioso del libro, por todos los hilos que implica desde los entornos religiosos y políticos hasta los fueros más íntimos de la rebelión individual. Un sacerdote de oscuro pasado y preparado teológicamente como un comando —o el mejor de los más duros de Hollywood— se enfrentará a uno de los rostros más hórridos y nauseabundos de la tradición católica. En este cuento la verdad moral, que poco tiene que ver con la revelación ética, presenta la expresión más truculenta de una retorcida santidad. Pero más allá de este drama y de dicha trama, incluso de los intríngulis y tinglados que mueven la fatigosa rueda del mundo, el cuento echa mano tanto al temor realista como al terror fantástico, y lo mejor es que parece ser un perfecto norte de lo que podría ser la obra estética y las búsquedas literarias de John R. Ancka de aquí en adelante.