En un mercado cada vez más
enfocado en productos masivos con buena apariencia pero de calidad muy
estandarizada y, por tanto, dudosa, aparecen alternativas para personas que no
se conforman con más de lo mismo. Pero hay productos y productos… y el libro es
uno muy particular.
Se suele pensar de manera mecánica
que el libro es una suma de papel impreso generado únicamente por el autor,
pero la realidad es otra. Un libro, cada edición, tiene su propia historia. El
autor es el protagonista, qué duda cabe, pero lo cierto es que para que un
libro llegue a manos de un lector en condiciones ideales debe existir un
sistema de elaboración compuesto por una cadena de elementos o etapas
indispensables de producción.
La diferencia entre una
editorial monstruosa (en la tercera acepción del Diccionario de la lengua española) y una editorial independiente no
solo es el volumen de impresión, el trabajo en serie, la planificación
financiera y las utilidades que se generan. La distinción clave entre una y
otra es la mística de una línea de trabajo que más tiene que ver con la pasión
que con la rentabilidad del negocio, con el hecho de vender a como dé lugar
cualquier cosa. Una pasión basada en un olfato que no obedece a recetas sin
pierde ni riesgo alguno, tampoco a los dictados de estudios de mercado ni a los
muy diversos aspectos que se podrían aglutinar bajo el paraguas de la cultura
de éxito que promueven los libros de autoayuda.
Este trabajo apasionado que
sostiene a una editorial independiente va de la mano con todo un estilo que
valora lo humano, lo creativo e innovador dentro de una tradición, y la
dedicación minuciosa para la consecución de objetivos nobles, que van o deben
ir más allá de la supervivencia empresarial. Quizás el aspecto más relevante y
apreciado sea la especial relación de los editores con los autores, que no se
basa en la exigencia de una producción cíclica y temática sino, más bien, en la
disposición de un espacio de publicación a la medida de los intereses comunes y
basada fundamentalmente en el respeto al tiempo, tema y género que implica cada
libro.
Esta independencia se fundamenta
en las fisuras y vacíos que dejan las estrategias de marketing de las editoriales monstruosas, así como de las tensiones
tirantes para alimentar la voracidad de lectores cada vez más acostumbrados a
propuestas desabridas que no implican mayores riesgos. En realidad es una
cuestión de contraste.
La magia de la editorial
independiente solo es dable en la dimensión de un mundo posible que admite la
existencia de una editorial monstruosa, para así poder plantear asuntos nada
urgentes ni importantes para una empresa preocupada solo en ser perfecta en lo
excesivamente grande o extraordinario, como la defensa de la bibliodiversidad o
el descubrimiento, difusión o rescate de escritores de culto, aquellos que
están más allá del bien y del mal del mercado.
En este escenario, se tiene el
sugestivo nombre de Proyecto Literal, editorial independiente de México, nacida
hace casi nueve años y dirigida por Jocelyn Pantoja. En todo este tiempo, solo
en su colección de poesía Limón Partido ha publicado aproximadamente treinta
títulos, entre los que cabe nombrar Al
sur en Caral de la peruana Elma Murrugarra, Síncopes del guatemalteco Alan Mills, NGC 224 del chileno Héctor Hernández Montecinos (h.h.) y Demonia Factory del ecuatoriano Ernesto
Carrión. Al revisar el catálogo de esta colección, es posible advertir que los
autores tienen en promedio treinta y tres años, es decir, todos han nacido
alrededor de 1979.
Aparte de la significativa edad,
es importante señalar que la tercera parte de estos autores son mexicanos. A
este grupo le sigue, con un espíritu ampliamente inclusivo por lo
latinoamericano, cuatro chilenos, tres uruguayos y dos brasileños. Además, se
cuenta con escritores de Argentina, Costa Rica, Ecuador, El Salvador,
Guatemala, Nicaragua, Panamá y Puerto Rico. El Perú, desde ahora, cuenta con
dos escritores en Limón Partido. Además de Elma Murrugarra, se suma el poeta,
editor y arequipeño de corazón José Córdova (Porcón, La Libertad, 1979),
director del activo sello independiente Cascahuesos, que opera tenazmente en
Arequipa.
Animal desbocado es
un «poema-río» como el mismo autor lo refiere en una noticia final del libro.
Es decir, se trataría de un solo y extenso texto, fragmentado en setenta y seis
partes numeradas del setenta y cinco al cero que funcionarían aparentemente
como poemas autónomos. Lo particular es que se trata de una cuenta regresiva
hacia una zona u hora cero de un solo e intenso verso: «sólo somos lo que hemos
aprendido», dice Córdova, con lo cual no solo finaliza su fiera reflexión sino
que además remata en clave de aforismo la realidad que subyace a la idea
principal y desliza a manera de conclusión el aspecto cognitivo y filosófico
del ser aludido a lo largo del libro.
En este poemario el autor enfoca
reiteradamente su interés por la persona animal. Vallejo está presente, pero
más allá de esta marca obvia está la legión de voces que se trenzan en una
lucha por alcanzar una verdad generalmente esquiva. La búsqueda de la exactitud
semántica, de la palabra precisa y del significado posible e imposible son las
mejores pulsiones del poemario. En ese sentido, el poeta se esmera por recobrar
la belleza desde las experiencias y recuerdos más degradantes y sórdidos de la
cotidianeidad. Córdova lleva al lector hacia límites inusitados, hasta
acorralarlo en resonancias deliciosas, crueles metáforas y delirios
lingüísticos.
El hambre —imagen explotada
hasta el hartazgo adánico en el libro— es la ausencia de poesía y, sobre todo,
de la posibilidad de uno mismo. El re-descubrimiento de la naturaleza animal le
permite al lector recobrar el valor de mirarse ante un espejo y sostener la
verdad revelada en el instante de duda concentrado en las pupilas dilatadas.
De acuerdo con el autor, este
libro lo escribió a finales del verano de 2003, después de sufrir un asalto a
los alimentos de su casa. Pero el trabajo realmente duro fue el de corrección.
Esos ocho años de reescritura solventan la aparición de un libro maduro de
magníficas resonancias. Para ello, Córdova se vale de un narratario, o sea, una
figura dentro de la obra que sirve como receptor de lo narrado, que dista de la
plana segunda persona, el tú ramplón
típico de la poesía cursi.
En la cuenta regresiva, el yo sufre una transformación sustancial,
una introspección en espiral hacia un estado de epifanía embrionaria que se va
encerrando entre paréntesis uterinos. Como dice el citado poeta h.h.: «Una cosa es usar el yo y otra ser el yo. This is the question (...) El contenido
de un vaso de agua sin agua es el aire. El tono es el agua. El yo es el vaso y
el tú la mano que lo pretende recibir. La lectura es la sed. La poesía es el
océano». El hambre es el pre-texto, diría Córdova como en un ejercicio de
ventriloquia.
A la aparición de este libro de
José Córdova que debe celebrarse por todo lo alto, cabe sumar aplausos al
lanzamiento de otro poemario de Proyecto Literal bajo el sello Pico de Gallo: Contra natura de Rodolfo Hinostroza.
Esta colección dedicada a poetas consagrados devuelve la posibilidad de
acercarnos a un libro imprescindible que fuera publicado hace más de cuarenta
años.
Esta nueva edición pondrá al
alcance de quienes valoran la poesía de uno de los escritores más importantes
en lengua española. Se está ante un libro de cuatro décadas con una frescura
asombrosamente reciente que conmueve, pero, sobre todo, transforma, pues se
trata de un planteamiento estético vigoroso y potente que brilla aun más con el
paso del tiempo.